Comentario
El simbolismo es posiblemente la corriente estética que mejor describe los gustos del fin de siglo en todo el mundo occidental. El simbolismo, en Europa, se elabora lentamente desde la evolución de la estética romántica y culmina en pluralidad de opciones plásticas que se definen por la sobrevaloración de los significados de la obra de arte, por encima de sus resultados formales. Pero en España, las distintas tendencias simbolistas -prerrafaelismo, parnasianismo, esteticismo o decadentismo- que en Europa se desarrollan a lo largo de medio siglo, son asimiladas al mismo tiempo y de manera global, al margen de las muy diferentes connotaciones que pudieran tener en sus orígenes.
En el ámbito de la pintura, el simbolismo responde a un planteamiento plástico que se sitúa en una posición antitética a los logros técnicos del impresionismo y del postimpresionismo. Los elementos que mejor definen el impresionismo pictórico son de tipo técnico: la pincelada de color puro y sus calidades lumínicas; en cambio el simbolismo, como reacción, propone una pintura conceptual en la que domine el tema sobre la representación: un arte de contenido. Esto sin embargo, no excluye que algunos artistas del postimpresionismo, como Gauguin, integren las aportaciones técnicas impresionistas a contenidos claramente ideológicos.
Los artistas españoles, por su parte, no comprenden esta posible contradicción entre simbolismo y técnica impresionista, pues todo es novedoso en el panorama artístico del momento, y así pueden elaborar un programa simbólico sin renunciar a las aportaciones técnicas del impresionismo. Será, por otro lado, un movimiento desigual pero de singular fortuna, que se alargará en el tiempo hasta los años anteriores a la guerra civil, con artistas que elaborarán una manera muy especial y cosmopolita de definir lo español y que aseguraba un fiel mercado en Europa y América.